La casa de los Espiritus.
... A partir de esa noche, Blanca y Pedro Tercero se encontraban siempre en el mismo lugar a la misma hora. En el día ella bordaba, leía, pintaba insípidas acuarelas en los alrededores de la casa, ante la mirada feliz de la Nana, que por fín podría dormir tranquila. Clara, en cambio, presentía que algo extraño estaba ocurriendo, porque podía ver un nuevo color en el aura de su hija y creía adivinar la causa. Pedro Tercero hacía sus faenas habituales en el campo y no dejó de ir al pueblo a ver a sus amigos. Al caer la noche estaba muerto de fatiga, pero la perspectiva de encontrarse con Blanca le devolvía la fuerza. No en vano tenía quince años. Así pasaron todo el verano y muchos años mas tarde los dos recordarían esas noches vehementes como la mejor época de sus vidas.
- Isabel Allende.