domingo, abril 22

XXVII - Gustavo Becquer .

Despierta, tiemblo al mirarte: dormida, me atrevo a verte; por eso, alma de mi alma, yo velo mientras tu duermes. Despierta ríes y al reír tus labios inquietos me parecen relámpagos de grana que serpean sobre un cielo de nieve. Dormida, los extremos de tu boca pliega sonrisa leve, suave como el rastro luminoso que deja un sol que muere; ¡Duerme! Despierta miras y al mirar tus ojos húmedos resplandecen, como la onda azul en cuya cresta chispeando el sol hiere. Al través de tus parpados, dormida; tranquilo fulgor vierten cual derrama la luz templado rayo lámpara transparente. ¡Duerme! Despiertas hablas, y al hablar vibrantes tus palabras parecen lluvia de perlas que en dorada copa se derrama a torrentes. Dormida, en el murmullo de tu aliento acompasado y tenue escucho yo un poema que mi alma enamorada entiende. ¡Duerme! Sobre el corazón la mano me he puesto porque no suene su latino de la noche turbe la calma solemne. De tu balcón las persianas cerré ya porque no entre el resplandor enojoso de la aurora y te despierte. ¡Duerme!

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