ahora todo me parece mal un teléfono viejo de campanilla bastaba para hacerme el sujeto más feliz de la creación un sillón de madera - cualquier cosa los domingos por la mañana me iba al mercado persa y regresaba con un reloj de pared -es decir con la caja del reloj- y las correspondientes telarañas o con una victrola desvencijada a mi cabañisima de La Reina donde me esperaba el Chamaco y su señora madre de aquel entonces eran días felices o por lo menos noches sin dolor |
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